Antes de presentarme os
hablaré un poco de mi situación.
Sí, soy uno de esos que
por la calle destaca, la gente no hace otra cosa que observarme de
arriba a abajo. Debe de ser que no ven muchos como yo. Os adelanto,
por si acaso, que no soy egocéntrico, más bien, lo odio.
Sigamos. No soy rubio, y
no tengo los ojos azules. Ni siquiera verdes. Mi pelo no destaca por
tener una melena muy extensa, diría que es todo lo contrario. Brilla
por su ausencia, y los escasos pelos que todavía pueblan la parte
alta de mi cabeza amenazan con desaparecer. Que crueldad, verdad,
señores. Pues no. Rotundamente, una, dos, y hasta tres veces no.
Os
habrá sorprendido, imagino, el uso de la palabra “señores”, tan
poco común hoy en día. Pues bien, en mi pueblo, donde me crié, la
educación era el pilar más importante que podía haber. Y lo de la
crueldad de mi cabellera, os explicaré algo.
Por partes, con las
pistas dadas, podéis deducir que no soy un chico de ciudad. Hasta
que no soy un chico, sino que más bien soy entrado en años, maduro,
o como más me gusta decir, con más experiencia que otros más
jóvenes. Sí, quizás así quede más bonito.
No soy alto tampoco, ni
bajo. Digamos que no soy ningún extremo, y tampoco a lo ancho y a lo
estrecho. Si, hubo un tiempo que fui delgado. El paso del tiempo hace
que nuestra silueta de perfil coja una perspectiva diferente. Pasas
de ser lo que denominamos tabla, a tener, mm... como explicarlo,
pasas a ser más un poco barril. Pero no os preocupéis, es normal. Y
eh, los que se rían al leer esta descripción, que se acuerden en
veinte años. Sino al tiempo.
Podéis también entender
que no soy como los demás, creo que eso es algo que quedó
demostrado ya. Ahora debéis intuir el qué me diferencia de esta
gente, y si solo me diferencia de esta gente, o de todo el mundo.
Como persona dudo ser
nada especial, así que no, este no es el aspecto que me distingue.
Soy un hombre sencillo, amigo de mis amigos y enamorado de mi pareja.
Vivo una vida normal, por las mañanas voy a trabajar, y por las
tardes me dedico a escribir. No es mi trabajo. Es imposible vivir
escribiendo, y más si lo que escribes no es “vox pópuli”, o
simplemente algo que no interesa leer, o siquiera que salga a la luz.
Ya veis, eso sí me une a algún grupo de personas. Hago cosas que no
todo el mundo valora ni acepta. Comprobado que esta característica
mía no es única, y así aprovecho para repetir que esto no es lo
que me diferencia. Pero sigo, trabajo como repartidor. Es uno de los
pocos trabajos a los que tengo acceso. Llevo una enorme carga encima,
una carga con la que nací. Por cierto, la expresión “enorme carga
encima” está repleta de una ironía treméndamente mal hecha, pero
qué queréis que haga, no todos tuvimos la suerte de estudiar.
Poco a poco alguno se irá
haciendo sus ideas, y tras leer mis palabras habrá ido tachando de
su lista las posibilidades, el qué me diferencia del resto lo
suficiente como para ser raro donde estoy ahora, pero que me hace
normal en otros sitios.
Guau, creo que aquí está
la pista más importante. Igual a alguno se le pasó por alto, por lo
tanto, vayamos a releer la frase. “... el qué me diferencia del
resto lo suficiente como para ser raro donde estoy ahora, pero que me
hace normal en otros sitios”.
Sí, no dudaré de que
alguno habrá entendido que estoy viviendo en un sitio el cual es
diferente de donde nací. Lo siento si alguien se sintió insultado o
estúpido con esta explicación. Espero que acepte mis disculpas,
pero creo que lo más importante de esta historia es entender esta
primera parte. Sino, el resto será en vano.
Vale, ahora que eso
creo quedó bastante claro, sigamos. Nací en otra ciudad diferente a
la cual habito y por la cual paseo mi silueta día a día. Que
aprovecho, admito no es una silueta muy agradable, mi presencia no
levanta pasiones, al margen de que la gente me mire. Digamos que no
es una mirada de esas que la juventud llama “atractiva”. Ni
tampoco es mi acento lo que es diferente. Por lo tanto soy de otro
país, y venga va, os lo adelanto ya, soy de otro continente.
Habréis abierto un
abanico de posibilidades, no muy grande todo sea dicho, pero lo
habréis hecho.
No hay muchos continentes
aparte de Europa, lugar al cual tuve que ir para comer. Sí, algunos
aquí se quejan de que estas galletas están más caras que las
otras. Que el pollo tiene mejor sabor si es de corral. Y otros
critican el precio “excesivo” del marisco.
A menos kilómetros de
los que imaginan hay otro mundo. Hay un mundo donde todo tiene ese
precio excesivo. Sí, aquí no uso comillas. Ya que en el primer
excesivo buscaba mofarme de su opinión sobre el precio. En el
segundo hablo de algo real, que mucha gente desconoce.
Tengo amigos que no se lo
creen. No entienden como soy capaz de vivir junto a mi mujer, pagar
un alquiler y comer bien con el sueldo de un simple repartidor, que
para más inri, no trabaja diariamente, sino cuando hay trabajo.
Digamos que la hipoteca a
tipo fija me ayudó mucho, sí. Al principio salía más rentable el
tipo variable. Pero un “abuelo” de mi aldea siempre me decía:
“Si tienes dos opciones no cojas la más fácil, bonita, o
sencilla. Suele ser la mala”. Llamamos abuelo a todo aquel ser
adulto, hombre por supuesto, que para nosotros llega a ser un guía.
Hay pocos “abuelos”, ya que allí pensamos que sólo son, los que
a base de la experiencia llegan a viejos. Aquí no usaré la palabra
veterano o experimentado, usaré viejo. Viejo denota un estado
psíquico y físico.
Si llegan lejos, es que
pasaron muchos baches, muchas piedras, y muchas decisiones más o
menos acertadas, por lo tanto, siempre, siempre los escuchamos.
A estas alturas pensaréis
como una persona aparentemente sin estudios, o sin la posibilidad de
acceder a ellos escribe de la forma que escribe, es más, alguno se
sorprenderá de mi capacidad de escribir. Ingenuos. Otro se
preguntará por qué sé de tipo fija, variable...
Bien, en mi país acabé
por ser un experto economista. Os preguntaréis qué narices hace un
experto en economía en un país escaso en esto, economía. La verdad
no lo sé, y nunca lo supe. No fui capaz de ganarme mi trabajo allí.
Un título no te daba trabajo. Y tampoco mis conocimientos acabaron
siendo tantos como pensé ya que al llegar a mi “nueva vida”
encontré de todo menos trabajo de economista. Acabé repartiendo lo
que hiciera falta. Eso sí, la economía me fue muy muy valiosa para
mi nueva función. Aprendí a que mis ingresos eran variables, y no
fijos. Y para eso estudiar una carrera... en fin.
Para el que no se
percatara, sí, eso también era ironía. Perdonar que me cueste,
quizás mi humor es más seco del que hay aquí. Y eso igual tiene
que ver en que no es agradable ver como te miran raro por la calle.
Día tras día lo mismo.
Sí, soy africano. Sí, a
mucho orgullo.
Mucha gente dice ser de
una tierra, de un país, de un continente. Pero recurre a nuestra
fidelidad, a nuestro respeto y a nuestra confianza en ellos para
creerlos. Ya que no tienen muestras.
Mi color de piel. No solo
el ser de color negro, sino lo intenso de este muestra, o da ayudas
para imaginar de dónde soy. La marca de mi cara, para el que piense
que fue aceite hirviendo, es una de las características de mi
pueblo. Ese trueno tampoco es una muestra de mi amor por ese Harry
Potter. Aunque ojalá hubiera unos cuantos como él por allá.
Me río, a carcajadas
(nota de autor, es ironía, sí, ahora también) cuando aquí se
protesta de que un niño es infeliz, de que no tiene nada que hacer,
o que se aburre.
Mirar, allí un niño no
se aburre. Por dos grandes motivos, aunque digan que esté mal
generalizar a veces hay que hacerlo, ya que no dudo que aquí haya
niños a los que le pase eso, pero eso sí, son una ínfima minoría.
El primero, aunque alguno
me vaya a llamar insensible (creerme, uno acaba siéndolo si vive lo
que yo viví) es que simplemente uno no llega a ser siquiera niño.
Muere antes. Así de fácil, de sencillo. Duele verdad? Imaginar lo
que le duele a la pobre madre. Ya que no olvidéis que seguramente no
sea el primero que se le muere.
El segundo, no menos
importante, es que allí no hay niños. Naces, aprendes a caminar, y
segundos después ya tienes una función asignada. Y da igual lo
absurdo de esta, has de hacerlo. Sí o sí. Como si es sentarse
encima de una piedra que esté unida a una cuerda, y ésta a una
vaca. A veces hasta lo único que hay que hacer, es no hacer nada.
Pero en un sitio concreto. Fuera de ese sitio, molestas, estorbas,
entorpeces o como cada uno quiera llamar a esa otra persona que está
trabajando. Esa, esa es la jodida diversión, el puñetero pasatiempo
de esos niños que vemos por la tele. Creerme si os digo que llevar
un bidón de agua durante 10 kilómetros puede llegar a ser su
salvación eh. Por lo menos durante el trayecto sueñan. Pocos sueñan
que son personas. Yo nunca lo soñé. Soñaba que era un león, el
rey, con mi melena y todos a mis pies. Otros sueñan ser un árbol.
Harían lo mismo que siendo un ser humano, pero estorbando un poco
menos. Y hasta servirían para dar calor en el frío invierno.
No me malinterpretéis,
esto no es una crítica a la sociedad actual. Es simplemente la
realidad. No hay más.